Prepararte emocionalmente
Son muchas los cambios que puedes hacer en el ambiente pero si no los acompañas de una buena actitud no servirán para nada.
Creer realmente que ellos son capaces de aprender naturalmente a caminar o a jugar, supondrá un cambio radical en tu forma de acompañar su juego.
Algunas cambios que te planteo son:
- No tengas miedo a las caídas
Si has preparado el espacio pensando en la cantidad de niñas/os, sus intereses y sus capacidades podrán jugar y moverse sin dificultad. A pesar de estas precauciones siempre pueden haber caídas leves.
Caerse es aprender a levantarse. Es así cómo aprenden a caminar, a base de ensayo-error. Los niños/as se autoregulan si han tenido multitud de experiencias de movimiento y elección libre.
De todas formas, siempre hay que actuar con cierto sentido común. Por ejemplo, si es la primera vez que se enfrentan a unas escaleras tienes que mantenerte cerca, pero sin olvidar que si confías en ellos les haces confiar en sí mismos “sé que podrás conseguirlo a tu propio ritmo”.
- Cambia el concepto de ayuda
Ayudar es dejar que el niño o la niña encuentre sus propios movimientos. Si le “ayudas” le enseñas tu forma de hacerlo y le haces depender de ti, si le dejas hacerlo por sí mismo aprenderá su propia forma de hacerlo y será autónomo.
“Sé que hoy te has esforzado mucho y no lo has conseguido, pero estoy seguro de que lo lograrás”, ”veo que quieres hacerlo de está forma, está bien es tu forma y la acepto». Claro que estas son frases hechas y tienes que buscar tu propia forma de expresarte, aquella con la que seas tu misma/o, pero la idea que tienes que transmitir es la de aceptación y comprensión.
- Verbaliza con consideración
Sobre todo cuándo los niños/as aún no hablan o no hacen frases completas es difícil que entiendas qué les pasa y pueden llegar a frustrarse al no poder expresar lo que quieren. Es la primera brecha comunicativa. Pero no porque no hablen tienes que dejar de hablarles o hablarles de forma infantilizada.
Pueden comprender lo que dices desde tu entonación, expresión y emoción. Al explicarles lo que está sucediendo o lo qué crees que pueden estar sintiendo les das la oportunidad de organizar su mundo mental y de sentirse comprendido/a.
Busca siempre un tono tranquilo pero propio. Si les escuchas aprenderás a hablarles y si les hablas aprenderán a escucharte.
- Evita las prisas
Nuestro mundo con una velocidad de cambio vertiginosa no nos permite comprender la vida atemporal de los niños/as. Comprometerte con ese tiempo de observación del juego de los niños o de cambio de pañal tal y como lo haríamos con una operación de corazón abierto es difícil, pero no imposible.
Analizar tus hábitos y reordenar tus prioridades diarias es lo que te dará el tiempo para atender a los niños/as y te dará la tranquilidad para comprender lo que necesitan.
- Observa con atención
Tu trabajo como acompañante está en la preparación del ambiente para dar riqueza lúdica y en la presencia atenta para dar estabilidad emocional.
Ver al niño como persona capaz de aprender por sí mismo supondrá, por parte de los adultos, la observación constante y la no intervención de su juego.
No sentir como una pérdida el hecho de dejar de jugar con los niños/as sino como un placer, el placer de descubrir. Al principio el no jugar con los niños/as puede darte la impresión de no estar haciendo nada, pero hay mucho que observar (gestos, mínimos cambios, relaciones con pares, actitudes de frustración, sonrisas, caras de concentración, esfuerzo, etc).
Si documentas de forma escrita o visual lo que hacen los niños/as podrás comprobar sus progresos y readaptar así el espacio a sus nuevas capacidades. Observar es un gesto de humildad, de aceptación del otro, de querer descubrir lo que quiere y siente.